Quiero que estes conmigo, pero no quiero lastimarte.
Quiero que estes conmigo, pero no quiero que me lastimes.
Quiero que vivas en mi corazon... pero se que no podrias acercarte a el.
No quiero herirte, pero siempre termino lastimando a los que me quieren.
No quiero herirme, pero siempre termino con los ojos huecos y vacios.
No quiero respirar sin ti... pero nunca he dejado de respirar, contigo o sin ti.
Muero por abrazarte y no soltarte, pero mis espinas harian que no puedas soltarte.
Muero por besarte y saborear tus labios, pero mis espinas te darian sabor a sangre.
Muero por sentirme vivo junto a ti... pero eso seria poner un revolver en mi boca.
Muero por besarte y saborear tus labios, pero mis espinas te darian sabor a sangre.
Muero por sentirme vivo junto a ti... pero eso seria poner un revolver en mi boca.
El dulce deseo de que seas feliz, es tan amargo como saber que no seria conmigo.
El dulce deseo de que seamos felices juntos, es tan amargo como el saber que no podemos.
El dulce deseo de escuchar que me quieres... es tan amargo como escuchar una sentencia condenatoria.
El dulce deseo de que seamos felices juntos, es tan amargo como el saber que no podemos.
El dulce deseo de escuchar que me quieres... es tan amargo como escuchar una sentencia condenatoria.
Mi capacidad de amar se siente tan fuerte como mi capacidad de lastimar.
Mi capacidad de hacerte sonreir es tan fuerte como mi capacidad de hacerte llorar.
Mi capacidad de sentir amor olvida... que el amor es lo que mas me ha lastimado.
Pero mis espinas van conmigo sin remedio, nacieron junto a mi y el tiempo solo las ha afilado, no las culpes, no saben que su afan de proteccion me daña, ni saben que aislarme del peligro significa aislarme de lo mas preciado de ti... mi vida.
El dilema del erizo expone que, cuanto más cercana sea la relación entre dos seres, más probable será que se puedan hacer daño el uno al otro. Esto se basa en la idea de que los erizos tienen púas en su lomo; si se acercan uno a otro, las púas de cada uno dañarán al otro.
El concepto se origina en la obra de Arthur Schopenhauer, Parerga y paralipómena. La historia fue introducida en el dominio de la psicología tras su descubrimiento y adaptación por Sigmund Freud.