El primero, por pensar que lo había arruinado todo al decírtelo, y que te irías no deseando lo mismo que yo.
El segundo, porque sintiendo lo que sentía a tu lado, sabía que si alguna vez te lo decía, iba a ser para siempre.
Y te lo dije, y me lo correspondiste, y la gloria se quedó corta ante la felicidad que se desencadenó por años.
Y hoy, hoy estamos...
Jamás me arrepentiré de habértelo dicho.
Tenía razón… sería para siempre.