Despierto y te busco a mi lado en la cama, no estás, me incorporo y escucho tu voz en la cocina, estás tarareando una canción, estás contenta, y eso me hace sonreír, voy en tu búsqueda intentando no hacer ruido para sorprenderte, pero el sorprendido soy yo cuando llego a la cocina y te encuentro preparando un desayuno, vestida con solamente un delantal y nada más, te veo desde atrás, tu espalda desnuda y esa línea perfecta que se dibuja en tu piel y que tanto adoro acariciar y besar, y con eso en mente me acerco a ti, despacio y con suavidad para darte los buenos días con mis labios… pero tú tienes otra cosa en mente…
Tan pronto como me pego a tu espalda, abrazándote por detrás, tú te sueltas de mi abrazo y me lo dejas claro con una mirada y un gesto que acompañas con tu dedo, moviéndolo de lado a lado, diciéndome “No”. Yo intento hablar y volver a acercarme a ti, pero de nuevo me detienes y con ese dedo sobre tus labios me susurras: “Shhh” estás decidida, se te nota en los ojos, y me lo confirmas rápidamente poniéndote de rodillas frente a mí y diciéndomelo claro: “Te preparé tu desayuno… dame el mío”
Sin darme tiempo a pensar (justo como te gusta a ti), me bajas el bóxer y pegas tus labios a mi pubis, bajando tu boca de una sola y sin despegar los labios de mi cuerpo, así continúas hasta que te detienes con tus labios en la mitad de mi miembro, ahí te quedas quieta y me demuestras el control que puedes ejercer sobre mí y sobre mi sexo, dando besos sobre mi tronco hasta que lo empiezas a endurecer con tus constantes besos, yo no pierdo de vista tus ojos, tus preciosos ojos que, cuando estas frente a mí, chupando mi erección, se tiñen de una mirada deliciosa, irresistible, una mirada de hembra… de perra.
Mirándote así es imposible que mi erección no alcance su dureza plena, y lo hace, lo hace dentro de tu boca, siendo succionado con fuerza, casi con furia dentro de tus labios. Aceleras a un ritmo frenético y yo me siento envuelto en un torbellino de sensaciones que se mezclan y se desbocan, pero todas sobre ti, y ahora mismo no puedo pensar en nada más que derramarme en tu boca y mirarte así a los ojos mientras no sueltas mi miembro como tantas y tantas veces has hecho.
Y no frenas un solo segundo, y yo no puedo hacer otra cosa que poner mis manos a los costados de tu cabeza, mis dedos se enredan en tus cabellos, mi mirada se pierde de la tuya por momentos, esos momentos donde mi cabeza se hace hacia atrás, donde mi espalda se arquea y tanto placer me obliga a apretar mis ojos… ya no puedo más, y lo sabes, lo sientes palpitando en tu boca, hinchado y con las venas haciendo sentir lo cargadas que están… casi tanto como mis bolas que acaricias con tu mano, masajeando y apretando casi hasta hacerme doler. Todo eso es demasiado, no puedo contenerlo más…
Y en una oleada de sensaciones, una más placentera que la otra, me dejo ir completo, me dejo ir y quiero que todo de mi llegue a ti, desde mi verga hasta tu boca… y reviento como si no lo hubiera hecho nunca, como si no hubiera llenado tu boca cientos de veces hasta ver desaparecer hasta la última gota de mi esencia dentro de tus labios, y así lo hago, exploto y me deshago en la calidez de tu boca que me recibe sin despegarse un centímetro hasta que nada queda, ningún rastro de que mi erección se haya descargado por tu culpa.
Pero afortunadamente si hay rastro de que me has vuelto a dar tanto placer como miles de veces me has llevado al tope del cielo con tu sexualidad, tus ganas y el inmenso amor que me tienes, por eso no puedo darte menos que eso, y te entrego todo lo que soy sin restricciones en un beso que va más allá de lo húmedo, que va más allá de lo caliente… así como TÚ y YO.