Descendiendo por el centro de tu rostro, llego al medio de tus labios, y me estrello contra el calor de tu lengua.
Siguiendo el camino descendiente, resbalo por tu barbilla hacia el sensualmente delicado cuello que atrapa mis miradas y deseos, y lo humedezco con la punta de mi lengua, cual pincel sobre su lienzo.
Bajando entre roces y lamidas, mis ávidos labios se acercan a las cumbres que inquietan y rebasan toda mi razón.
Y con la suavidad de tus senos como guía, mi boca sobre tu piel camina, hasta que el cambio en la textura me avisa, que en tus pezones he encontrado mi orilla.
Lamiendo con lujuria contenida, la succión de mis labios en tus areolas se regocija, y con el calor de tu mirada de miel, extendido por tu húmeda piel, me dices que siga, porque mi camino aún no termina.
En tu vientre se percibe un deseo creciente y compartido, y con la punta de mi lengua redibujando la silueta de tu ombligo, yo obedezco ese deseo que apunta hacia abajo… más abajo.
Como un ciego me dejo llevar, y siguiendo tu olor cubro el trayecto final, por tus ganas soy atraído, por la saliva de mis labios tus poros son ungidos.
Por texturas y sabores, mi lengua entre tus pliegues vuela sin temores, mientras con tus excitantes sonidos, mis sentidos llenas de luz y de colores.
Estoy entre tus piernas, he llegado a mi meta, pues desde aquí te saboreo completa.
Clavado en tu interior, quemándome con tu calor, palpitas sobre mi lengua, pero no desde tu corazón… Y yo de ti me bebo, la miel que nace en tu más caliente pasión.