Otra vez frente a frente.
Otra vez de poco sirvieron las palabras.
Otra vez nos iremos cada quien por su lado.
¿Otra vez a la soledad? No, esta vez sí hablaremos…
Me aferro a ti por tu cintura, intentas irte pero no te dejo, recorro con mis dedos hasta terminar en tus caderas, y antes de que termines de pronunciar una palabra completa, cubro tu boca con la mía. Forcejeas y yo al mismo ritmo persigo tus labios con desesperación, la que siempre sentimos y compartimos cuando el control era abrumado por nuestra pasión, tan única como tú y yo.
Te resistes, pero no bajas tu cara cuando mi boca está hundida en tu cuello, besándote, acariciándote con la punta de mi lengua y succionando con ganas de marcarte este momento en la piel, de la misma forma que mi cuerpo entero está marcado por ti, de la misma forma que por días porté el sello que tu placer dejó en mi carne, de la misma forma que mi corazón sigue latiendo al compás que tú le marcaste.
Me hablas, yo no te escucho, me gritas, yo te respondo tomando la tela de tu camisa, y desgarrándola te desnudo ante mí. Exhalas, reconozco ese suspiro encerrado en tu respiración. Mi boca se abre paso entre la tela destrozada, y besa la piel en la que yo estuve tatuado tantas veces, busco llegar al centro de tu pecho con mis labios, y cuando lo hago, aprieto tus senos con mis manos y te estrujo en el salvaje placer que descubriste en ti, aquí, junto a mí.
En un reflejo causado por el recuerdo en el cuerpo, subes tus piernas y las enredas en mi cintura, ¿Cuántas historias no fueron contadas con tu cuerpo sostenido por mis manos, y mi felicidad mirándome desde tus ojos? Y así, levantada en mis brazos, nos encamino hasta la mesa donde comimos y nos comimos desde el cuerpo hasta el alma. Te siento en ella, y toda la fuerza que siento por poseerte de nuevo, se detiene en el instante donde mi rodilla toca el suelo, y mis manos sacan tu ropa interior, deslizándola por tus blancas y torneadas piernas. En esa misma posición sobre la que tantas veces bromeamos que iniciaríamos conmigo en una rodilla, y tú y yo la finalizaríamos frente al mar.
Mi corazón se detiene, tú dudas e intentas bajar y salir corriendo. Te detienes, pero no por mis manos, sino por la lagrima que corre por mi mejilla, me pongo de pie y tomo tus manos en las mías, me miras y sin que ninguno diga nada, separas tus piernas mientras el cierre de mi pantalón baja, mi sexo se acerca al tuyo, tu respiración se acerca a la mía. Lames la lágrima en mi mejilla y la levantas de mi piel, lamo tu lengua con la mía, y te penetro levantándote de la mesa. Saboreaste mi lágrima en tu garganta, ¿ahora sabes cuánto te necesito?
La penetración llegó hasta el fondo de tu sexo, tu amor llegó hasta el fondo de mi vida. Amor y sexo equilibrados en una mezcla perfecta, como siempre fue entre tú y yo.
La suavidad se pierde en cada empuje, los recuerdos de la piel afloran en cada arranque de furia con el que ya nos movemos. Los jadeos se estrellan contra nuestras bocas conforme nuestros latidos desbocan, ahora si comenzamos a hablar, ahora sí, están desvariando otra vez mi perversión y tu morbo.
Siénteme sin pensar, piénsame sin razonar, siéntenos convulsionar y déjame ver una vez más, tus ojos ante el orgasmo cerrar. Te lleno de mí, me llenas de ti, estallamos de placer en la más exquisita de las locuras, y mientras nos bañamos los cuerpos, nos envolvemos las almas bajo la magia que siempre nos acarició, deteniéndonos el tiempo como fue hasta el último día… el último donde estuvimos juntos.
Siente tu orgasmo, recupera el aliento, y vuélveme a decir que tu piel no extraña a la mía.
Aunque más que decir con nuestras palabras, desearía que solo nuestra piel hablara.
Desearía que esto no fuera… solo un deseo propiedad del viento.