Desde entonces, abrir mis ojos es observarte, tan placida, tan hermosa… tan tú.
Tus ojos cerrados, mi mano debajo de la sabana busca los tersos muslos… los tuyos.
Mis ojos atentos, tus labios entreabiertos, tengo que besar ese cuello irresistible… el tuyo.
Sonrisa cómplice, separas tus piernas y guías mi mano al calor de tu interior, adentro mi dedo en ti… exhalas.
No pierdo un detalle de tu rostro, pero pierdo mi lengua en tu piel, retiro lentamente mi dedo de ti… inhalas.
Me miras conforme ese dedo entra en mis labios, me escuchas mientras saboreo la humedad… saboreo tu esencia.
Te miro y regreso la sonrisa, te escucho y regreso mis dedos a tu interior, centímetro a centímetro hasta el fondo… de tu vida.
Deshaces mis dedos entre tus piernas, deshago mis fuerzas porque no pares de gemirme… y me riegas con tus jadeos.
Mi brazo empuja salvaje, mi pulgar en tu clítoris hace contraste, y la caricia en la puerta de tu placer… riega con éxtasis todo tu ser.
Tus ojos apretados ya se relajan, te pido que no los abras… “no los abras hasta tu próximo orgasmo conmigo”
Mis ojos cerrados ya comienzan a abrirse, pídeme que no los abra… porque ya no estás conmigo.