Me levanto a buscar algo entre mis cosas, y regreso con un pequeño reproductor de música y unos auriculares que te ajusto mientras me recuesto a tu costado. Te miro y te digo: “preparé esto para ti, sólo sígueme y no pares”. Acto seguido, toco el reproductor y la música comienza, es una canción que te gusta, una suave, tranquila, y bajo esas notas te pongo mi mano libre en el vientre, y lo subo por tu piel hasta meterlo por debajo de tu Baby Doll y tocarte los senos sin obstáculo de por medio.
Mi movimiento, la canción y la escena completa te toman por sorpresa, pero cumples tu palabra y te dejas hacer sin decir nada, sólo me sonríes.
Te muestro que realmente conozco tus canciones al tocar tu cuerpo al compás de las notas en el tema que estás escuchando, subiendo y bajando mi mano entre tus pechos, rozándolos y extendiendo mi mano hasta lograr erizar tus pezones con la punta de mis dedos. Así transcurre la primer canción, suave y sin prisas. La segunda canción te gusta también, pero lleva un ritmo más acelerado, y tal cual, mi mano baja ávida a posarse en tu pubis, introduciendo mis dedos bajo tu ropa interior.
Empiezo a masturbarte, tocando apenas por encima, sintiendo la calidez y disfrutando de tus ojos cerrados. Disfrutas las caricias, disfrutas la música, y justo cuando te veo así… cambio la canción en el reproductor. Inicia un tema que cambia totalmente el ritmo, esta vez es uno rápido, y con esa rapidez, mi movimiento entre tus piernas se descontrola, subiendo y bajando fuerte hasta palpar los primeros rastros de tu humedad, y gracias a ella, introduzco las yemas de mis dedos en la entrada de tu sexo.
Acerco mi boca a la tuya, y te beso con intensidad, la misma que distingo en el sonido que se escapa levemente de los auriculares, con eso llevo mis dedos más y más adentro de ti, lamiendo el contorno de tus labios, acariciando el interior de tu vagina, rozándote mi lengua contra la tuya y tocando las paredes de tu sexo con firmeza. Tu rostro delata las sensaciones que están recorriendo tu cuerpo, y tu boca lo confirma al soltar pequeños quejidos, pero no de dolor. Ahí suelto el reproductor y con esa mano tomo las tuyas, una a la vez, y te las pongo sobre tus tetas, no tardas en acariciarte tú misma, apretándolas y desnudándolas, exponiéndolas para mi vista, exponiéndolas para tu propio tacto.
A mí me es imposible tener tus pezones tan cerca y no mirarlos como un depredador a su presa, así que mi boca se dirige veloz a ellos, y en cuanto siento su textura entre mis labios, succiono con fuerza, con estas ganas que me provoca verte disfrutar de mis caricias y de la música que amas al mismo tiempo.
Han transcurrido varias canciones ya, pero claro, el tiempo aquí no importa.
Miro la pequeña pantalla en el reproductor, la canción actual está por terminar, y sé cuál sigue, entonces, en un movimiento me incorporo, sacando mis dedos de tu interior y estirando mis brazos para tomar mi almohada, la cual pongo debajo de tu cadera, acomodando tu cuerpo sobre ella, ahora estás completamente expuesta para mí. El contador en el reproductor llega a ceros, y mi mano se posiciona, apuntando dos dedos directamente a tu interior, entonces comienza la canción; me miras y sí, sé que la recuerdas, está es una de mis canciones, una de las pocas que te he mostrado y te han gustado tanto como a mí… y tiene un ritmo extremadamente rápido.
El tema inicia y mis dedos se clavan en ti, tu boca se abre y exhalas tan delicioso, que lo único que provocas es que vaya más fuerte y rápido dentro de ti. Dos dedos que se mueven, se retuercen y se arquean en busca de tu placer. Tus tetas son apretadas y maltratadas por tus propias manos, y tus sentidos están totalmente inmersos en la música y las corrientes eléctricas que viajan por tu cuerpo, ni siquiera me miras cuando mi boca se pierde entre tus piernas abiertas, no hasta que estampo el primer lametazo, tan áspero y salvaje como los acordes que escuchas, directo en tu clítoris.
Una chupada entre tus piernas, un riff en tus oídos, una lengua que se estrella contra los labios de tu vagina y una batería descomunal retumbando hasta tus sienes, y la fuerte voz de un cantante contra tus gemidos, tan nublados por los auriculares, que no te das cuenta lo fuerte que ya resuenan por toda nuestra habitación. Y así, con un solo de guitarra y la fuerza de mi brazo entero empujando brutalmente en el centro de tu ser, tu grito de placer da el acompañamiento perfecto a la sinfonía de cuerdas que musicalizó tu orgasmo.
Y detengo el reproductor para que escuches mi “Te amo” porque siempre deberías escuchar mi “Te amo”. Y te pregunto ¿qué tal tu mañana musical?
(2 de 3)