Uno para tomarte por la cintura y caminar mis manos suavemente hasta tu cuello y así, saludarte como siempre nos saludábamos tú y yo; rozando nuestros cuerpos, acariciándonos los corazones.
Dos para decirte sin barreras todo lo que no he dejado de sentir por ti, y cuanta seguridad me ha dejado esta soledad, de que tú siempre serás mí amor.
Y dos más para despedirme en tu boca, con nuestros labios ilusionados y nuestros pechos fusionados, enredando nuestros dedos y cruzando nuestras lenguas hasta sentir el sabor de lo eterno en la saliva.
Dame cinco minutos al día, y te prometo que para cuando llegue el minuto seis y nos separemos soltando nuestras manos, tu bella mirada y mis negros ojos se dirán mutuamente, que tú y yo, más allá del todo, jamás dejaremos de ser amigos…