Revisando el historial de publicaciones en mi blog, o mejor dicho, repasándolo -porque conozco bien lo que he escrito desde que abrí esto en 2010- he ido cayendo en cuenta de que los textos que más y mejor fueron valorados por los lectores, son aquellos que escribí cuando peor me sentía, o en palabras mías; los escribí cuando más dañado estaba. Y lo chistoso es que esos escritos, para mí, pasaron casi desapercibidos.
En cambio, cuando estaba en una de las mejores etapas de mi vida, cuando me sentía pleno en todo lo que hacía y yo era el primero en disfrutar de mis escritos, vamos, orgulloso estoy de mucho del material de esa época… para los lectores -en su mayoría- esos textos marcaron una etapa de bajón en el nivel de mis escritos, y su respectivo alejamiento de este sitio.
Es raro el contraste que se forma entre la perspectiva propia, y la percepción de quienes nos miran cuando nos sentimos bien o cuando nos sentimos mal.
Afortunadamente, como desde hace 20 de mis 30 años de vida… no me importa lo que la gente piense de mí. Este soy yo, y en lo que respecta a lo que escribo, sea bueno o malo, sea socialmente aceptable o moralmente espantoso, yo escribiré para alguien: Para mí mismo.