2 de mayo de 2014

Tus pasados en tus presentes

Un día estás sentado en el paraíso, retozando plenitud en cada suspiro, acostado en la gloria y con una nube como almohada en tu cabeza, y a su vez, tú le sirves de almohada al ser más angelical que has conocido, la única preocupación es molerte la cabeza pensando como detener el reloj, cómo evitar que el maldito detenga sus agujas y te deje respirar éste momento sin importar que tu vida pase, porque eso es justo lo que quieres, que la vida pase y tú sigas así, con ella junto a ti hasta morir a su lado.

Al otro día, la soledad te despierta con la noticia de que ahora ella será tu fiel compañera, y sin explicación alguna, se queda, se da por bienvenida, y toma posesión de tu existencia.

Ya no hay almohadas de nubes, ya no hay olor a gloria en el paraíso, porque ya ni siquiera estás ahí, no, ahora estas entre cuatro paredes que se alimentan de ti y se encojen a tu alrededor como tus pulmones en cada respiración, respiración que ahora escuchas, porque el silencio permite que escuches la férrea competencia entre tu respiración, tus latidos y el caminar de ese maldito reloj que ahora si ha optado por detenerse. Lo más triste de todo, es que hay tanto silencio, que puedes escuchar como uno de los tres competidores se queda retrasado; tu corazón, que ya ni siquiera parece intentar sacar una diástole más.

Y entonces, entre el silencio, el corazón que duele como un infarto, y que por momentos desearías que fuera uno, y la bóveda de tus ilusiones que se resquebraja como la cúpula del Titanic antes de hundirse, es cuando el sadismo de la soledad te estruja, y con saña impía te dice: "Mira, mira, gírate y mira a tu lado... ya no hay ningún ángel ahí... ¡eres mío otra vez!"

Apretado, asfixiado, con la voz reducida a un balbuceo hilado con muchos esfuerzos, y el rostro en el espejo que ya no se parece al tuyo, te preguntas: "¿Porqué, porqué si un día tenía su mano en la mía, hoy no tengo ni la punta de su dedo?"

Y deseas que al menos te hubiera marcado, pero por fuera y no por dentro, porque es más fácil verse una cicatriz en la piel, que una rajada en el alma. Porque habrías preferido que clavara sus uñas en la palma de tu mano, al menos así quedaría algo de ella entre tus dedos.

Y entonces, cuando no tienes ni una maldita idea de lo que está pasando a tu alrededor, es ese preciso y apestoso momento donde la cagas, y medio segundo después de haberla cagado, te das cuenta de ello y te sientes exactamente así, como mierda humana, porque si antes eras un imbécil al que dejaron solo sin justificación, ahora eres un imbécil que esta solo por méritos propios… ¡y además con honores!

Ya estando ahí, solo recuerda que aún no se inventan las maquinas del tiempo, e intenta solucionar tus pasados en tus presentes, para poder vivir tus futuros.


Siempre he creído que si un camino que solía ser mutuo, se bifurcó,
aún es posible volver a unirlo,
pero para ello se necesitan dos voluntades,
no dos necedades.