6 de septiembre de 2015

El arma del alma



Hace mucho tiempo el miedo le saltó encima, fue astuto, le había tendido una emboscada sin que lo haya podido notar, y fue feroz; el ataque brutal y las consecuencias, ahora marcadas en su piel, se notaron inmediatamente. La lucha fue en desventaja, y él se arrastró hasta su refugio, seguido de cerca por el miedo, quien no estaba dispuesto a dejarlo ir. Lo asechó hasta acorralarlo en el interior de su refugio, y estando ahí, teniéndolo a su merced, el miedo hizo lo que el miedo siempre hace con sus presas… lo dejó vivir. Sí el miedo es sádico y ataca violentamente, pero no termina su trabajo.

Y ese fue el error del miedo, pues se quedó cerca para acosarlo, para respirarle en la nuca, para subirse encima de él y humillarlo si le apetecía, pero no se dio cuenta de su equivocación, no se dio cuenta que cuanto más tiempo pasaba cerca, él más se acostumbraba. Y llegó ese día, donde el miedo, aconsejado por su soberbia, tomó una siesta, sintiendo todo bajo control, dando por sentado su dominio. Y se relajó, y esa fue la última noche del miedo en su papel de alfa.

Él tampoco se había dado cuenta, hasta que la vida le recordó que existían y seguirían existiendo más noches y más días, y aquella noche y aquel miedo, no serían los últimos que conocería. Y se levantó, y de su corazón emergió un cuchillo que fue blandido por su alma… y se lo clavó al miedo en un grito desgarrador, hasta que lo convirtió en mil girones de humo negro.

El cuchillo fue enfundado y su alma le sonrió.

La vida continuó y él preparado quedó. De ahí en adelante, siempre que un miedo le seguía, sabía dónde encontrar el arma de su alma.



¿Cuánto lleva tu miedo contigo?
¿No crees que si pudiera matarte, ya lo habría hecho?
El alma tiene un arma, pero no es para dañar, es para combatir lo que nos hace dañarnos.