14 de septiembre de 2011

Érase una vez... una canción


Los acordes no fueron escritos sobre ningún pentagrama, el autor no era músico, solo un ineficaz melómano con cólicos mentales, la única manera de reproducirles era otorgándole sonidos a los berridos de las noches solitarias.

La letra fue escrita sin sentido alguno, el autor no era poeta, solo un lunático que sufría de esguinces y desgarros neuronales, tan incomprensibles que, termino por construirle un laberinto a su propia coherencia.

Tarareaba acompañando al réquiem del caos, escribía sobre un papel que se llenaba de letras, gritos y tres gotas saladas caídas desde las alturas, que se absorbieron mezclándose entre los filos de la "F" las curvas de la "S" y los puntos de la "Frustración".

Sostenía su frente con ambas manos, demasiadas ideas (para sostenerla con solo una), y pocas letras en esa canción, sus dedos entre los cabellos mostraban la ansiedad de querer tomar su cerebro con las manos y retorcerlo hasta exprimir una idea que le supiera a algo.

Porque si, nuestro músico con calambres y menopausia mental recibía halagos y cumplidos, pero a el, todo su trabajo le sabia a poco y a nada, sobretodo si lo comparaba con lo que el escuchaba y veía en su surrealista cabeza.

Fue aquí, cuando su cerebro decidió abandonarlo, el motivo principal? demasiado potencial para tan poco uso, mas esa fuga, fácil no le fue, demasiado oxido por ahí como para un escape veloz.

Y así, sin quererlo, el autor recibió la inspiración final para su canción, ahora las tuercas y tornillos rechinando eran sus acordes, y el silencio de una despedida no deseada, era ahora la base de su letra.

Despedida no deseada, si, el no deseaba que su cerebro le abandonara, aunque no lo usaba, sabia que era lo mejor que tenia en el, pero, entre los muchos defectos de fabrica que tenia, hubo uno que solo lo hizo mirar sin hablar... era demasiado orgulloso como para pedirle a alguien que no lo dejara, incluso a su propio cerebro.

Solo había algo que el valoraba mas que a su cerebro, y eso era su propio corazón, y gracias a este, es que tomo su ultima decisión, con su mente ahora vacía, leyó su canción mientras tarareaba su rapsodia personal, y cuando finalizo de revisar su canción, tomo el papel haciéndolo trizas y lo mastico mil veces antes de tragarlo junto con su orgullo.

Él pensó, que el mundo no merecía infectarse con algo creado con la mente más brillante, pero sin el corazón que le diferenciaba entre los monstruos y los humanos... érase una vez una canción... que no sabia distinguir entre el orgullo y el amor.