28 de septiembre de 2012

Mirando pasiones, escuchando secretos

En un salón de fiestas y eventos especiales, se celebraba una reunión familiar. Miguel, uno de los meseros del salón, agotado después de turnos continuos de trabajo, decidió tomar un pequeño descanso en plena fiesta, y para no tener problemas se buscó un espacio apartado donde no fuera visto, un rincón entre cortinas le dio el refugio que necesitaba. Miguel se acomodó y se disponía a cerrar los ojos, cuando escucho que se acercaban dos voces, una mujer y un hombre, los cuales sostuvieron la siguiente conversación...

- Alberto, no podemos hacer esto, no podemos hacerlo aquí...
- No, Ángela, no podemos, pero ambos lo estamos deseando.

Nuestro mesero acerco su mirada a un punto donde podía ver a la pareja, pero no ser visto por ellos. Observo como el hombre llevaba de la mano a la chica, hasta apoyarle la espalda contra las cortinas que cubrían la pared, y estando ahí, se puso de frente a ella, tratando de tocarle el cuerpo y besarle el cuello, pero ella no se lo hacia fácil, ella forcejeaba tímidamente mientras le decía que no podían hacerlo ahí. Él, sordo a sus peticiones solo seguía avanzando por el cuerpo de la chica, sus manos ahora acariciaban aquellas piernas que se distinguían firmes y de piel suave, ella cada vez oponía una resistencia menos creíble, su cuerpo estaba cediendo a los avances de aquellas manos que ya rozaban los muslos, cada segundo mas cerca de subir totalmente la falda, y llegar a su entrepierna.
 
 

- Para, Alberto, no debemos hacer esto, ya no...
 - No quiero dejar de hacerlo, no quiero dejar de estar contigo.

Miguel, testigo central y cercano de todo aquello, sin pensarlo, sin razonarlo realmente, llevó su mano al bulto que ya se formaba en su pantalón, no era conciente aun de lo que hacia, su cuerpo solo reaccionaba a la vista de aquella mujer siendo tocada en su intimidad y oponiendo una resistencia casi nula. Miguel notó que se tocaba cuando le vino una sensación inconfundible, su pene estaba teniendo una erección, el detonante de esto fue aquel hombre, que le había bajado la ropa a la mujer, dejándole al descubierto los pechos mas hermosos y suaves que Miguel hubiera visto antes, y cuando vio como la boca del hombre se pegaba a los ya duros pezones de la chica, el mesero no pudo mas, y en automático saco su miembro para masturbarlo sin obstáculos de por medio. Aquella pareja solo se perdía mas en sexo, y su conversación no hacia sino aumentar en morbo a los oídos de Miguel.

- Ángela, ¿porque niegas con tu boca, si tu cuerpo dice lo contrario?
- Porque está mal lo que hacemos, no debimos estar en esta situación nunca.
- No lo planeamos, solo sucedió, y ambos lo disfrutamos.
- Pero es traición... tu esposa esta aquí, apenas a unos metros.
- Tu marido también lo esta, y aquí estamos tu y yo, disfrutándonos.
- Pero no, no quiero.
- ¿No quieres que te haga el amor, o no quieres aceptar que tu también deseas hacérmelo a mi?

Miguel no daba en morbo, aquella pareja no solo estaba a punto de tener relaciones frente a él, sino que ambos eran infieles en sus matrimonios, su excitación aumento, no tanto cuando la chica dejo de resistirse, y finalmente aceptando lo que hacían, saco el erecto pene de su pareja y comenzó a acariciarlo, comenzó fuerte y solo lo llevo a más y más, lo masturbaba rápido, casi con furia, su pareja sin duda estaba haciendo lo mismo con ella, porque con la falda totalmente levantada, las manos de él metidas hasta su vagina, moviéndose salvajemente, y la boca del hombre lamiendo y mordisqueando los pezones de ella, cualquier sentido de duda se desvanecía, y aquellos jadeos entrecortados no hacían mas que reafirmar que estaban masturbándose al limite, y cada momento acercándose a un deseado orgasmo.

 

- Si, lo deseo, te deseo, házmelo, ¡te necesito dentro ya!
- Reventaré si no entro en ti ya mismo, ¡no puedo mas!

Él subió a la chica con sus manos, tomándola de la cintura y apoyándole la espalda totalmente contra la pared, la sostuvo ahí, haciéndola aferrarse a su cuello mientras el, con la misma mano con la que la estuvo masturbando hace unos segundos, tomó su incontenible miembro y lo dirigió a la entrepierna que moría por penetrar, ella, enganchada a su cuello, sintió el sexo caliente, prácticamente hirviendo cuando el pene de él se apoyo contra sus húmedos labios vaginales. Miguel no pudo mas, escucho los jadeos, cada vez menos controlados de la pareja, y se dejo ir hacia un orgasmo como no había tenido antes otro en su vida, la pareja no resistió un segundo más, y apenas con un par de embestidas fuertes y descontroladas, comenzaron a gritar su orgasmo hasta que el sonido de sus gemidos y jadeos se perdía en la música de aquella fiesta.

El mesero respiraba agitado, lo mismo que la pareja, y casi como si fuera coordinado, los tres acomodaban sus ropas al mismo tiempo, la pareja se beso intensamente en los labios, y Miguel no podía dar crédito a lo que acababa de presenciar, no solo observo el duro sexo de una pareja, sino que ambos lo habían hecho con sus respectivas parejas riendo y celebrando apenas a unos metros, inconcientes de lo que sus matrimonios vivían tras aquellas cortinas. La pareja se alisto para volver a las mesas con los demás invitados, iban tomados de la mano, cosa que hizo frenar a la mujer, que, dirigiéndose al hombre le dijo:

- Me siento una basura, una traidora.
- No te sientas así, ambos sabemos que ni tu marido ni mi esposa nos aman.
- No, no es por ellos, es por mis padres, ellos no merecen...
- Por favor, no lo digas, recuerda que son mis padres también.

 El mesero exclamó un jadeo de sorpresa, de impacto, que lo hizo ser descubierto por la pareja, quedando los tres con el corazón detenido y el sudor frío cayendo por sus frentes, mientras se miraban a los ojos sin saber que decir.