Me visto con ropajes de anhelos, mis cabellos se peinan como queriendo desenredar las ideas dentro de mi mente, desafortunadamente se ha formado una maraña de memorias que no necesita de cepillado, sino de unas tijeras que arrasen con todo, me perfumo con colonia de evasión de la realidad y lavo mis dientes con acido de la verdad, como pretendiendo tallar con furia hasta escupir las respuestas que me faltan aceptar.
Calzo mis pies con mis botas de necesidad, para caminar en el infierno, es lo único que puedo usar, porto el reloj de mi necedad, hace mucho que camina mas lento que los demás, ajusto mis llaves en la funda de mis miedos, son mi arma para regresar a mi habitación de pánico, adapto mi inseparable escudo en forma de lentes oscuros, es la única armadura que tengo para que nadie vea si en mis ojos hay indiferencia o llanto.
Estoy listo para salir al mundo, creo...
Pasos apresurados, no reconozco a nadie, hace tanto que no veo sonrisas dirigidas hacia mi, aunque, quizá mis lentes se han vuelto tan espesos que no me dejan verlas si aún las hay, mi mirada va de un lado a otro, me siento como el chico nuevo del pueblo, a pesar de que aquí nací. Los pies me queman, mis botas están desgastadas, el aire no tiene oxigeno, solo azufre caliente, necesito parar.
Me refugio en una cantina, el lugar de los forasteros y los extraños, no es el mejor lugar, pero aquí no hacen preguntas, aquí a nadie le importan los sentimientos de nadie, pido sin mirar a nadie a los ojos: ¡Un trago de lo que sea! recibo tregua sabor a alcohol, bebo mientras miro mi reloj, el maldito no camina aunque yo tenga cinco sentidos o solo tres.
Quiero regresar, me asfixio aquí, me urge respirar el viciado oxigeno de mi guarida, me detesto por haber convertido en esto mis (otrora) momentos felices.
Pido una última dosis al desconocido, esta vez no me da tregua, me envía desprotegido de regreso a la jungla, mis pies danzan por no echarme abajo, miro alrededor; solo rostros cabizbajos, no soy el único miserable, esbozo una sonrisa hipócrita que se me corta de golpe... ¿quien es esa en el rincón?
La muerte esta sentada y me mira fijamente, yo no parpadeo, hago un puño con mis manos y me acerco a su mesa, dejo mi ultimo sorbo de alcohol frente a ella y golpeo mi copa junto a su botella. "Ilusiones arrancadas" reza la leyenda se su bebida. Ella no me quita la mirada de encima, quiero irme, pero mi alter ego, que nunca ha sabido su lugar, le recita unas líneas:
"La muerte aguarda sentada
En el rincón de una cantina
Meditando su debut y despedida
Hasta que por los hombres
De nuevo sea temida"
En el rincón de una cantina
Meditando su debut y despedida
Hasta que por los hombres
De nuevo sea temida"
Intento callar a mi otro yo, pero él aún tiene cuentas pendientes y una boca muy grande, le dice a la muerte: "Se lo que puedes hacer, te conocí antes, y desde entonces no te tengo miedo"
La muerte me sonríe, sirve su bebida en mi copa vacía, ahí esta, frente a mi, puedo beber un trago de ilusiones ajenas; mi otro yo se aleja, vuelvo a tomar el control, no quiero, ¡no quiero beber ilusiones de otros!. La sonrisa de la muerte se extingue, arrastra su dedo por la mesa y apunta hacia mi mano, mis brazos se levantan de la madera, el efecto del alcohol se fue, mi otro yo, ya no está, estoy solo, el hombre asustado quedó solo frente a la muerte, ella lo sabe, realmente siempre ha sabido que estamos solos, y me dice:
"Se que no me temes, pero si sabes lo que puedo hacer, vete... ahora"
Mil recuerdos tristes vienen a mi mente, ella los provocó y está frente a mi, pero nada puedo hacer, así que salgo de ahí bañado por la lluvia de la resignación que cae torrencialmente afuera de esa cantina, no puedo correr, no quiero hacerlo tampoco, la lluvia lavara mis lagrimas de derrota camino a casa, además quedaré listo para otro baño, otra oportunidad para tallar tristezas fuera de mi cuerpo, desenredar ideas en mi cabeza y llenar de aceptación mi lengua, esperando estar un día mas cerca de poder escupir las respuestas.
Esas respuestas que me digan... ¿por qué me siento así?