La pequeña Ana juega en su habitación, se divierte y ríe con sus muñecas. De pronto sus risas se interrumpen por un ruido afuera de su cuarto, mira hacia la ventana y observa las ramas del árbol moverse agitadas, la niña no presta mucha atención y sigue jugando, hasta que un segundo sonido le hace soltar sus muñecas abruptamente, esta vez el sonido fue como si alguien hiciera “toc toc” en el cristal de la ventana. Ana voltea pero no ve a nadie, así que unos segundos después vuelve a su juego, sin embargo, una sensación la hace volver a mirar, esta vez para encontrarse frente a frente con una figura humanoide, oscura y de ojos rojos que repta sobre las ramas del árbol y la mira fijamente.
Ana grita aterrorizada, y llama a su madre con desesperación porque el humanoide comienza a levantar la ventana, y posa una de sus deformes manos en la alfombra de la habitación. La mamá de Ana llega corriendo, observa la situación y abraza a la niña diciéndole: “No te preocupes, cariño, tú sólo cierra tus ojos y cuenta hasta diez como te he enseñado, mami se encargará del monstruo”.
La niña aprieta sus ojos, se cubre los oídos y empieza el conteo. Cuando termina, abre los ojos y encuentra a su mamá de pie junto a la ventana, la ventana está cerrada y su mamá le sonríe cálidamente; “¿lo ves? el monstruo se fue” le dice su mamá. La niña sonríe y agradece: “Gracias, mami, tú siempre me proteges de los monstruos” la madre le responde: “Y siempre te protegeré, mi pequeña, ahora baja a la cocina para cenar”.
Ana sale sonriente de su habitación, mientras su madre mira su propio hombro y se limpia un fuerte arañazo que ya le sangra ahí, voltea hacia la ventana y mira fijamente a los ojos a aquel humanoide que aún cuelga entre las ramas del árbol. La madre corre la cortina y dice una vez más: “Y siempre te protegeré, mi pequeña…”