8 de enero de 2015

Quitándole lo aburrido al viaje 2

Continuación de: Quitándole lo aburrido al viaje



Mis dedos adentro de tu sexo se retorcían y penetraban firmes en busca de esos puntos donde a ti más te gusta ser acariciada, y lo hacían a la misma velocidad a la que nuestro automóvil se desplazaba por la carretera, así que mientras mi pie sostenía la velocidad del coche, mi mano sostenía y aceleraba su implacable danza en busca de tu impecable orgasmo. Te notaba el descontrol que agobiaba a tu respiración, y eso para mí no era sino una invitación perversa a causarte más contracciones, más gemidos, más placer, y la forma que encontré para darte algo nuevo, fue brindada por la carretera misma. Sin sostener aún el volante, pise el acelerador para perseguir a un coche que iba delante de nosotros, y al darle alcance, estabilicé de nuevo la velocidad para quedar al costado de ese coche donde viajaba una familia, y seguir masturbándote así, ahí.

Las miradas de los ocupantes del auto fueron inevitables al ver como nuestro coche y el suyo no perdían la distancia, tan inevitables como tu inagotable morbo, que no te permitió pronunciar una sola palabra en contra de la situación, simplemente te dejaste hacer mientras mirabas los rostros de aquellos desconcertados viajeros, mientras dos de mis dedos te invadían por dentro, y mi pulgar se deslizaba como un revolucionado péndulo sobre tu clítoris.

Miradas cruzadas, sensaciones al límite y un orgasmo inminente enviciaban el olor de nuestro coche, impregnándolo de ese olor del que yo me bañaría toda mi vida, el que nace entre tus piernas. No aguantarías mucho más, los espasmos ya eran notorios, incluso también para los tripulantes del otro auto, por eso volví a tomar el volante con mi mano izquierda y pise el acelerador a fondo, llevaría al límite al coche para llevarte al límite a ti también, y salimos impulsados pasando la barrera de los 120 km/h y mi mano derecha era empujada con toda la fuerza de mi brazo dentro de tu vagina, la línea recta de la carretera no me ofrecía motivo para frenar, y tu sexo mojado no me dejaría parar nunca. Pise aún más el acelerador, tú te tomaste los pechos con las manos y los apretaste fuerte, mientras yo metí un tercer dedo en ti y la aguja del velocímetro  despegó hasta rozar los 150 km/h, el corazón se salía del pecho y la adrenalina volaba por nuestro cuerpo, era una locura, pero nuestro placer también lo es.

Y cuando empezaste a arquear tu espalda sobre el asiento y tu cuerpo se ponía rígido, fuiste tú misma quien bajó la ventanilla y empezaste a gritar tu placer sin limitación alguna, te aferraste a tus senos y gritaste tu orgasmo  a cualquiera que te pudiera escuchar, lo gritaste para mí, lo gritaste para ti, se lo gritaste al viento…


Continuará...